Una clase política sin clase, por John Rodríguez


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Razón tenía el notable Antonio Raimondi, cuando acuñó su famosa frase, “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”; y es que en efecto, somos un país con incontables riquezas naturales, materiales e intelectuales; pero con defectos que nos hunden en el subdesarrollo, donde las políticas de gestión no nos permiten crecer económica y socialmente, por la desdicha de contar con una clase política venida a menos, donde nuestras autoridades dejan pasar su oportunidad de hacer crecer a su terruño, en ocasiones por desconocimiento, y en la mayoría de veces, por razones basadas en la envidia y la avaricia.

Las autoridades de nuestro país, especialmente las elegidas mediante voto popular, sufren del complejo de Adán, es decir, creen ser los únicos, por lo que consideran que todo lo que se realizó en el pasado no sirve o está plagado de errores; esto, les lleva a atrasar obras impulsadas en la gestión anterior, solo con la finalidad de no darle “pantalla” e “imagen” a la gestión predecesora.

La envidia es un mal que los políticos no deberían de sufrir, pues un buen político es aquel que pone los intereses del pueblo sobre los suyos mismos, debiendo implementar estrategias que disminuya al cero por ciento los niveles de corrupción y realizando obras de envergadura, obras que demuestren desarrollo, pero que a su vez estás sean sostenibles; entendiendo la sostenibilidad, no por su duración en el tiempo, sino por su conceptualización de satisfacción de las necesidades actuales, pero sin que esta comprometa la satisfacción de las futuras generaciones, es decir se debe de garantizar el equilibrio entre crecimiento económico, bienestar social y el cuidado del medio ambiente.

Los políticos peruanos, lastimosamente son, en su mayoría, outsiders, personajes pintorescos, salidos del momento, de la coyuntura y por lo tanto con escasos conocimientos de gestión pública y cuya avidez de poder les lleva a ofrecer el oro y el moro, incluso cuando determinadas promesas electorales no son de su competencia, por ejemplo, aquel candidato a una alcaldía distrital que ofreció empleo a sus electores o el candidato a congresista que ofreció construir carreteras.

Por ello, es inentendible que en el Congreso, se opongan a la reforma política planteada por el Presidente Martín Vizcarra; si hoy tenemos la calidad de políticos, rechazados por el pueblo, es justamente porque aquellos que logran ingresar a este terreno, son personajes poco preparados, con escasa ética, bajos en valores y con una serie de deudas “de oportunidades” con los “partidos políticos”. Entonces no es raro darse cuenta la matriz de la crisis política por la que venimos pasando.

Está situación es un mal que se tiene desde el inicio de la Republica en nuestro país, donde cada nuevo gobernante aplicaba reformas cuya conveniencia era solo para unos cuantos y dejaban a la gran mayoría en el desamparo; no es raro entonces que el Perú tenga en su haber 12 Constituciones.

Por ello, los ciudadanos, en cada elección que participamos, tenemos una nueva oportunidad de darle a nuestro país autoridades que piensen en la mayoría y no en unos cuantos; si hoy tenemos congresistas, gobernadores regionales y alcaldes abucheados y criticados, no es por culpa de ellos, es culpa de nosotros que no aprendemos a elegir, que no aprendemos a diferenciar entre oportunistas o “empresarios” con políticos de verdad.

 

Jhon Rodríguez Cerna

Comunicador social, especialista en imagen y protocolo, docente  de la Unasam.

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